En una época lejana, existió un niño travieso llamado Charlie. Poseyendo la sonrisa más entrañable y un brillo en sus ojos que tenía el poder de iluminar el día de cualquiera, irradiaba una energía ilimitada y una curiosidad insaciable, embarcándose con entusiasmo en aventuras para explorar el mundo que lo rodeaba. En una tarde radiante, los padres de Charlie optaron por llevarlo al parque. Descubrieron un lugar encantador debajo de un árbol imponente y el entusiasmo de Charlie se disparó al ver a otros jóvenes participando en actividades lúdicas. Estaba lleno de entusiasmo por participar en la alegre atmósfera. Mientras Harlie se arrastraba diligentemente, vio una bandada de patos atravesando tranquilamente un estanque cercano. Los patos parecían deleitarse con sus escapadas acuáticas, emitiendo alegres graznidos. Charlie quedó fascinado por su presencia, anhelando acercarse y presenciar su esplendor de primera mano.
Con determinación en su pequeño corazon, Charlie se arrastró hacia el estanque, para diversión de sus padres. Llegó al borde del estanque y miró a los patos con los ojos muy abiertos.
De repente, Charlie tuvo una idea equivocada. Pensó que sería muy divertido intentar imitar a los patos. Entonces, abrió la boca y soltó un fuerte “¡cuac!”
Para sorpresa de todos, los patos volvieron la cabeza hacia Charlie y empezaron a graznarle. Era como si estuvieran teniendo una conversación. Los padres de Charlie se echaron a reír, asombrados por el giro esperado de los acontecimientos.
Alentado por la respuesta, Charlie continuó “graznando” a los patos, y ellos continuaron graznando en respuesta, creando una sinfonía de risas y graznidos en el parque. Otros niños se sumaron a la diversión imitando a Charlie y los patos.
Los padres de Charlie no podrían haber estado más orgullosos de su pequeño comediante. Se dieron cuenta de que incluso las cosas más simples y tontas podían alegrar a todos los que los rodeaban.
A partir de ese día, cada vez que Charlie visitaba el parque, los patos se reunían cerca del estanque, esperando ansiosamente los graznidos de su pequeño amigo. Se convirtió en una deliciosa tradición que provocó risas y felicidad a todos los que la presenciaron.